27 ago 2008

MI RENACIMIENTO


Pocas cosas han marcado mi vida tan profundamente como el hecho que voy a narrar a continuación, sucedió cuando tenía diecinueve años y acababa de sufrir una decepción amorosa hacía un par de meses.

Un día comencé a sentirme muy mal y mi mamá decidió llamar un médico que atendía por su isapre. Hacía días que andaba con una bronquitis fea pero nunca me había sentido tan mal por ello, el médico recetó unos días de reposo y un medicamento para ayudar a la bronquitis.

Estuve más de quince días en cama y mi bronquitis lejos de mejorar, empeoraba y así mi estado general, tanto era, que mi mamá como trabajaba, contrató una niña especial para que me cuidara, pues mi hermana estudiaba en Valparaíso y la nana era sorda. Total, cada día me sentía peor y el medicamento no servía aparentemente. Tenía fiebres tan altas que llegaba a delirar, y a veces amanecía muerta de frío con una temperatura bajísima, inferior a lo normal, la que alrededor del mediodía comenzaba a subir otra vez a temperaturas exageradamente altas. Llegó un momento en que yo misma pensé que el médico estaba metiendo las patas y que no daba en realidad con el diagnóstico correcto, y me puse a repasar mis apuntes de Patología Pediátrica (un ramo de la Universidad), y a pesar de ser tan confusos los síntomas, pensé que tal vez podía tratarse de una fiebre tifoidea complicada y, en uno de mis pocos momentos de lucidez, llamé al laboratorio para que me hicieran unos análisis de sangre para confirmar lo que yo pensaba. Los exámenes resultaron positivos, es más, del mismo laboratorio llamaron al médico por que eran inusualmente gra-ves los resultados.

Por supuesto que el doctor dijo que había sido él quien había sugerido hacer los exámenes, no quería reconocer que si seguimos su
tratamiento simplemente me hubiese muerto. De hecho la enfermedad
avanzó tanto que se transformó en un neumotifus con compromiso de las meninges, lo que es sumamente grave. Los cambios bruscos de temperatura entre el día y la noche produjeron un cuadro llamado Psicosis exógena, lo que es como lo dice su nombre, por una causa externa (no congénita). Por éste motivo llamaron a un psiquiatra porque, aparte de los constantes delirios por las fiebres altas, mis actitudes no eran normales. Desgraciadamente los médicos no se pusieron de acuerdo o no se dieron cuenta, el asunto es que hubo una contraposición de medicamentos que pudo haberme costado la vida.

Nadie me comprendía que yo deseaba que me pusieran posters en el techo, pues estaba la mayor parte del tiempo de espaldas y me costaba sentarme, no podía caminar de la debilidad. Un día estaba yo haciendo muecas para unos masajes faciales que había leído en una revista y comenzé a sentir una sensación extraña...no podía moverme ni hablar, sentía que los músculos de mi cuerpo entero no me respondían, traté de hablar a la enfermera que me cuidaba y no pude. A ella no le llamó la atención mi estado porque había estado rara y haciendo tonteras los últimos días. Me refiero a que no coordinaba bien y tenía el nivel de conciencia bajo, entonces ella pensó que yo estaba jugando, porque toda la tarde había estado con esto de los masajes faciales y cuando me quedé pegada en una mueca en particular comenzó a preocuparse (la boca abierta al máximo, cosa de flexibilizar la musculatura facial, según explicaba el artículo de la revista que había estado leyendo).

Paralelamente mi mamá se venía de la oficina en taxi colectivo junto a mi papá. Él la invitó a bajarse a ver a su mamá que quedaba en el camino, generalmente mi mamá hubiese aceptado la invitación, pero esta vez se molestó con mi papá y le dijo que ella no podía hacer vida social teniendo una hija tan enferma en casa. Mi papá se bajó y fue a ver a mi abuelita.

Cuando mamá llegó a casa se encontró con el siguiente cuadro: yo acostada de espaldas con los ojos abiertos como muerta, sin parpadear y la boca muy abierta, la enfermera no se había percatado de que yo no parpadeaba puesto que estaba anocheciendo y la luz no estaba prendida.

Mientras tanto, yo sentía que todos los músculos de mi cuerpo se paralizaban, no tenía control motor alguno, no sé si estaba semi-inconsciente o qué , no sabría describirlo, el asunto es, que escuchaba y veía todo lo que estaba sucediendo a mi alrededor. Vi la cara asustada de mi mamá cuando se inclinó sobre mí y puso un espejo para ver si se empañaba, al parecer no se empañó por la reacción que tuvo: corrió al cajón donde ella guardaba los medicamentos de muestras gratis que siempre le traía mi tío Ricardo cuando venía a Chile, sacó el cajón y se puso a revolver los remedios...

Mientras, yo comenzaba a darme cuenta que no podía respirar... también los pulmones se estaban paralizando... recuerdo haber sentido angustia por la falta de aire... pero de pronto dejé de sentir angustia... me sentía maravillosamente, no recordaba haberme sentido así en mucho tiempo...era ideal... veía mi cama desde arriba con alguien acostado en ella y varias personas llorando alrededor... la única que corría como una loca era mi mamá. Sentí el teléfono, contestó mi mamá... era mi hermana Paulina que andaba con una casaca o parka que le quedaba un poco grande y blue jeans, la acompañaba un joven que yo no había visto antes... llamaba desde un teléfono público desde Viña del Mar para preguntar por mi salud... Fue la respuesta de mamá lo que me hizo darme cuenta que esto no era un sueño, sino la realidad:
- No puedo atenderte ahora Paulina, ¡tu hermana se está muriendo! - le dijo con voz desesperada y le colgó el teléfono. Vi a mi hermana llorar y abrazarse al joven que la acompañaba. Ví su ropa, y su cara, yo no lo había visto antes, pero unos meses después ella me lo presentó como un compañero y yo no podía recordar dónde lo había conocido... aquella noche lo recordé. No sé cómo pude haber sabido que mi mamá contestó el teléfono pues desde donde ella lo contestó estaba lo suficientemente lejos como para que yo escuchara nada...

Pensé: Si me estoy muriendo significa que voy a conocer a Dios, por lo tanto corresponde rezar para ir a su encuentro...y comencé a rezar un padrenuestro, no sentí ningún temor, por el contrario, es la Paz más grande que he conocido en mi vida... no tenía ganas de regresar... sentía ganas de caminar hacia la luz...creo que en ése instante escuché la última frase que había escuchado de mi mamá: "La Patricia se está muriendo... "
esa frase me dio vueltas varias veces...miré hacia abajo y sentí lástima por los que estaban llorando ahí, alrededor de mi cama, ahí me di cuenta que la persona que se encontraba en esa cama era yo misma...

Vi a mi mamá vaciando el contenido de un frasco en mi boca, el dormitorio se encontraba en penumbra... o bien yo así lo veía desde arriba... comencé a poder mover la lengua. No recuerdo en que instante regresé a mi cuerpo, sólo la incomodidad de sentirme mal otra vez.. Luego... pude parpadear una vez, tenía los ojos secos e irritados, me dolían y sentía como si tuviera arenillas es ellos recuerdo el ardor de los ojos y el alivio de poder cerrarlos (no había podido parpadear por un largo rato y éstos habían permanecido abiertos). Cuando mi mamá vio que yo reaccionaba salió de la habitación.

No pasó mucho rato para que llegaran casi juntos mi papá y un médico... El médico no supo explicar que fue lo que sucedió, sólo constató que estaba bien y que no era grave lo que tenía, claro, lo peor ya había pasado. Pero recuerdo que algo sucedía conmigo, no me podía mover voluntariamente hacia donde yo quería, algún efecto adverso del frasco de adrenalina que mamá vació en mi boca, digo yo, realmente no sé, pero el esfuerzo que me significaba el simple movimiento de mi cabeza hacia el lado derecho, por ejemplo, requería de una concentración increíble...y juntamente con girar la cabeza hacia el lado opuesto del cual yo quería moverla se contraían otros varios músculos de mi cuerpo, algo similar a los movimientos descoordinados de los niños con parálisis cerebral que me ha tocado conocer... Verdaderamente fue angustiante para mí, no poder moverme voluntariamente sin que todo mi cuerpo se contorsionara de una manera exagerada, descoordinada y lo peor es que no lograba ni siquiera darme vuelta para el lado que quería sino todo lo contrario.

A Dios gracias estaba con un bajo nivel de conciencia entonces, así es que no me angustié en pensar en si quedaría, así para siempre o no. Esto duró un par de horas por lo que me dijo mi mamá, pero para mí fue eterno, las dos horas más largas de mi vida hasta ahora.

Otra cosa extraña que sucedió ese día: mi mamá cuenta que yo tenía apretado en la mano un rosario (uno de semillas que me regalaron para mi primera comunión) que habitualmente se encontraba colgado en la pared junto a una Virgencita arriba de mi cama, lo suficientemente alto como para que yo no lo pudiese alcanzar sola debido a mi debilidad (no me podía bajar de la cama de tan débil que me encontraba), y según cuenta ella, lo tenía tan apretado que no podía abrirme los dedos para sacármelo de las manos. Nadie me pasó ese rosario. Tampoco yo lo pedí a nadie, a la enfermera y a mi nana, también les extrañó pues sabían que yo no habría sido capaz, por mí misma debido a mi debilidad, de alcanzarlo.

Hasta el día de hoy, no tengo claro si todo esto fue real o si lo soñé, tampoco estoy segura de que los acontecimientos que relaté hayan sucedido exactamente en ése orden, sólo los describí lo más fielmente que puedo de la forma cómo los recuerdo, pero sí puedo decir que las imágenes están tan vívidas en mi memoria como cualquier recuerdo inolvidable de la niñez.

Ésta vivencia hizo que yo le perdiera completamente el miedo a la muerte, es más, diría que espero ansiosamente el día en que podré recorrer ese camino que vi para llegar hacia esa luz y sentir esa paz y felicidad tan maravillosa que jamás he sentido otra vez como en ésa oportunidad, sentí la presencia de Dios tan fuerte y tan vívida que es algo muy difícil de explicar en palabras. Sólo puedo decir, que si hubiera sido atea, después de ésta experiencia, habría dejado de serlo definitivamente.

Uno siempre se plantea en algún momento de su vida sobre los valores que le han inculcado, se pregunta si existirá Dios o no etc. Muchas interrogantes de éste tipo surgen sobre todo al inicio de la edad adulta, yo tuve el privilegio de que, antes de que éstas surgieran, tuviera esta experiencia maravillosa que me permitió darme cuenta que si Dios me había dejado en éste mundo tenía una responsabilidad que asumir, y todavía sigo en una constante búsqueda de tratar de averiguar cuál es ésta misión exactamente, aparte de criar cristianamente a mis hijos y cumplir con mis deberes de esposa y madre.

NOTA: Hace poco conversando estos síntomas que tuve con un médico, me dijo que se trataba de un Síndrome neuroepiléptico maligno o Catatonía letal, que como su nombre lo dice tiene un índice de sobrevivencia bajísimo, (entre un 10 y 20% nada más), y quienes sobreviven muchas veces quedan con severos daños cerebrales. ( Oct 2004 )

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