3 sept 2008

CÓMO CONOCÍ A MI MARIDO



Antes que nada debo decir que este es un testimonio cuya historia comienza hace varios años...

Tenía 26 años y sentía que con tanto fracaso en mis relaciones sentimentales, algo debía querer Dios de mí, que tal vez yo no estaba destinada a formar una familia como siempre había sentido vocación, sino que tal vez, era otro el camino a seguir...

Un buen día mi mamá me regaló un folletito con una devoción especial: Los siete dolores de María Santísima, entre cuyas promesas hay una que dice "Os daré cuanto me pidiereis con tal de que no se oponga a la Adorable Voluntad de mi divino Hijo y a la santificación de sus almas", realmente sentí un a emoción especial que existiera una promesa semejante, me entusiasmé y comencé a rezar diariamente los siete Dolores sumado al Santo Rosario.

Mi petición era que Dios me hiciera encontrar pronto mi camino, mi vocación que aunque siempre tuve claro que era el matrimonio y la familia, últimamente lo estaba dudando, pues había tenido varias propuestas de matrimonio los últimos años, pero de alguna manera nada resultaba, las cosas se deterioraban a la sola mención de la palabra matrimonio y terminaban diluyéndose... ahora me doy cuenta que en el fondo le tenía pánico al matrimonio y yo misma me ponía insoportable con los pololos y/o me ponía a engordar, no mucho, pero hacía que ellos se asustaran de casarse conmigo, en ese momento llegué a pensar que tal vez Dios me quería para la vida religiosa, no me disgustaba la idea, pues siempre he sido algo contemplativa... pero no sentía ganas de salir del mundo y menos de aislarme, siempre he pensado que el ser esposa de Cristo requiere de un llamado especial... y yo no lo sentía ...definitivamente no...pero estaba abierta a la posibilidad por si esa era la voluntad de Dios. Pero sí recuerdo haberle dado un especie de ultimátum a la Santísima Virgen; yo me abandonaba a la voluntad de Dios... pero yo no estaba dispuesta a seguir esperando indefinidamente... lo que fuera lo quería ya... pronto... dentro de los próximos seis meses... y prometí ponerme en oración para ello. Y lo cumplí... pero la muy fresca de mí pedí un esposo con las características de personalidad de mi abuelo materno que era mi modelo de Padre y esposo, sólo olvidé pedir la estatura... créanme que mi marido se parece mucho a mi abuelo en su forma de ser, hasta en los defectos, es flemático, tranquilo (de las aguas tranquilas líbreme Dios que de las torrentosas me libro yo), pero igual es un personaje bien controlado en general y un hombre bueno de corazón.
Así fue como en un viaje al norte conocí a Marcel mi marido, en un bus interprovincial, en un largo viaje que nos dio la oportunidad de conocernos y hacernos amigos. Recuerdo un pensamiento que tuve al atardecer ese día con Marcel sentado a mi lado que jamás en mi vida había tenido al conocer a alguien por buenmozo ni simpático que me cayera el personaje, pensé: "Que increíble sería que éste fuera el hombre de mi vida... yo que siempre ando buscando conocer nuevas amistades... y venir a conocerlo en un bus..." ni bien acabé de pensar esto, me dije a mí misma: "ya estás pensando cosas absurdas Patricia, olvídalo..." y me olvidé de ello... hasta que se cumplió mi autoprofesía... y me acordé de este pensamiento.

Tres meses después, luego de llamar a toda mi libreta telefónica de la A hasta la Z ...volví a la A otra vez... no encontraba a nadie, o a quienes encontraba, no podían acompañarme ese día a la FISA, pues me había conseguido 2 entradas gratis. Seguí con la B y me había saltado olímpicamente a Marcel Bunout, lo llamé y tampoco se encontraba en su casa, volví a llamar a los que no estaban por si hubiesen llegado, pero tuve suerte, no encontré a nadie. De todas mis amistades que llamé ese día Sábado, no encontré a nadie, y no fueron menos de treinta las llamadas que hice ése día. Me aburrí de llamar y me resigné a perder las entradas o bien intentarlo más tarde.

A los veinte minutos me llamó Marcel Bunout, yo inicialmente pensé que había llegado a su casa y le habían dicho que yo lo había llamado, pero luego descubrí que Marcel estaba trabajando en la FISA y que se le había ocurrido llamarme, para invitarme a ir a verlo. Ni siquiera se enteró que yo lo había llamado antes hasta que yo misma se lo comenté más tarde... así fue como comenzó a gustarme este personaje, una semana más tarde nos pusimos a pololear (el 12 de Noviembre de 1987) y exacta-mente un año después (12 de Noviembre de 1988) nos comprometíamos y tres meses más tarde, el 4 de Febrero de 1989, bendecíamos nuestro matrimonio en la capilla del Liceo Alemán en la Calle Bellavista de Santiago.


La celebración de nuestra boda fue especial, pues en medio de la ceremonia, consagramos a la Santísima Virgen nuestro matrimonio, fue al-go fuera de lo común, e hizo que muchas personas se emocionaran en forma especial durante ésta, a lo menos ése comentario recibimos Marcel y yo de muchas personas distintas, inclusive algunas que apenas nos cono-cían y venían por compromiso de negocios. Naturalmente, para nosotros fue extraordinariamente especial, pero es normal para los novios que su ceremonia sea la más especial a la que han asistido...

No me canso de dar gracias a Dios por mi esposo, pues ha resultado ser un marido exepcional, un hombre increíblemente dulce, tierno y de una bondad que no había conocido antes en alguien, es decir, superaba largamente las expectativas, pues yo sólo había pedido a la Virgen que pusiera en mi camino a alguien que me amara de verdad.

Nuestro primer año de matrimonio fue duro, particularmente para mí, por dos razones:
Primero debíamos esperar a lo menos 10 meses para engendrar un hijo, debido a que yo estaba bajo un tratamiento médico con un medicamento no compatible con un embarazo, nosotros que lo único que queríamos era tener hijos pronto, tenía que tomar anticonceptivos pues no podía arriesgarme...yo que siempre he estado en contra de la anticoncepción por considerar que es falta de fe en la Providencia Divina, tenía que tomarlos por orden médica. Y para colmo, me echaron a perder el metabolismo y me hicieron engordar como diez kilos, y no he podido lograr volver a mi peso por más que me esfuerce.
Segundo, mi suegra, la mamá de Marcel, una persona enferma e inválida, la trajimos a vivir con nosotros. No es fácil atender a una enferma que además es sorda y no hay comunicación, cuando no se tiene la especial vocación para ello. Fue duro para mí al principio, pero aprendí mucho con esta experiencia, me di cuenta que amar no solo era recibir... sino funda-mentalmente dar. También me di cuenta de la bellísima labor que tienen las auxiliares de enfermería y en general quienes tienen de cerca a personas enfermas a las cuales hay que hacerles todo igual que si fueran bebés, que es de una abnegación increíble. Esta situación duró 1 año y tres meses aproximadamente.

Durante los primeros meses de matrimonio nuestra relación se enriquecía día a día y las cosas siempre funcionaron bien a Dios gracias, aunque no teníamos autorización del médico para engendrar hijos todavía como habíamos planificado inicialmente, yo me mantenía ocupada cuidan-do de mi suegra y llevando mi casa.

Otra vez comencé, pues lo tenía abandonado, a rezar el Santo Rosario todas las noches pidiendo a Dios poder dejar pronto el tratamiento y así poder engendrar un hijo.

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