7 sept 2008

JOSÉ MARÍA

El hijo que no llegué a conocer

Antes de comenzar a relatar esta experiencia debo señalar que con mi marido estuvimos planificando un embarazo durante bastante tiempo, usando el sistema Billings, que la mayoría de las personas utiliza para evitar los embarazos, pero nosotros lo usamos al revés, es decir para darnos cuenta cuándo es el momento propicio para engendrar, con la ayuda de Dios naturalmente.

En cuanto tuve un test positivo, llamé a mi mamá para contarle, y en cuanto estuvimos completamente seguros les dijimos a nuestros hijos, Dominique de seis, Marie Anne de cuatro y José Marcel de casi dos años respectivamente, como es natural, las niñitas se pusieron muy contentas, pero José Marcel no sabemos si por ser tan pequeño no lo comprendió, pero nunca mostró reacción alguna al respecto.

Es interesante mencionar que mi mamá, una mujer muy intuitiva, tuvo la premonición que este embarazo mío no llegaría a feliz término, y así se lo dijo a una buena amiga apenas se enteró de que yo estaba esperando guagua otra vez, sin ningún motivo, puesto que yo jamás he perdido un bebé, que bueno que no me lo dijo a mí, puesto que ella jamás se ha equivocado en sus premoniciones...

A pesar de que estudié en el Colegio del Sagrado Corazón, no tengo conciencia de haber hecho nunca los nueve Primeros Viernes, así es que comencé casi junto con mi embarazo a hacerlos y llegó el día del Sagrado Corazón el 6 de Junio de 1997, por lo que fui especialmente al centro para encontrar un confesor para comulgar en gracia. Al día siguiente descubrí que se celebra el día del Corazón Inmaculado de María, del cual también tengo una gran devoción, ya que el escapulario verde que divulgo tiene en su reverso precisamente del Corazón Inmaculado de María y la Santísima Madre al dárselo hace ya más de un siglo a la monjita de la caridad le dijo: "Es mi Corazón Inmaculado". Bien, ése día tocaba, como todos los sábados, llevar a mis hijas a "Los amigos de Jesús" en la Parro-quia, por lo que yo siempre aprovecho para quedarme al rosario y luego a Misa mientras espero a que salgan las niñitas.

Ése día Sábado después de almuerzo fuimos con mi marido a ver unos sitios en Colina, y en el camino sentí una patadas muy dolorosas, cosa rara a los cinco meses y medio, pero no le di mucha importancia en ése momento, pero sí le dije a mi marido:
- Marcel, quiero que te prepares pues tengo el presentimiento que esta guagua no va a llegar al 10 de Octubre... creo que va a nacer prematuro...
me miró serio y me preguntó :
- Pero ¿Por qué?
- No sé mi amor, este embarazo ha sido tan diferente a los otros, he tenido varios síntomas de aborto, que aunque han sido rápidamente superados, no sé... hace más de una semana que le he pedido a distintas personas que recen por mí pues tengo ese presentimiento y tú mejor que nadie sabes que soy una persona esencialmente positiva, no soy de las pesimistas que se autoprovocan problemas.
- Pero... ¿En qué te basas para afirmarlo así, con tanta seguridad?- me planteó con cara de preocupación.
- Por ejemplo, no es normal que a estas alturas duelan las pataditas, y a mí me duelen...Por otro lado aunque a tí no te parezca argumento durante éste embarazo he estado comulgando casi a diario, lo que tu sabes que no es normal en mí, habitualmente me conformo con la misa del Domingo pero con este embarazo no sé por qué he sentido la necesidad de hacerlo…además de sentir necesidad de rezar el rosario incluso más de una vez al día y tú sabes que soy religiosa pero nunca fanática… y te juro que no me veo llegando al cumpleaños de tu papá (10 de Octubre), ni siquiera a mi cumpleaños (30 de Septiembre).
Esta conversación habría quedado ahí si es que no se hubiesen sucedido los acontecimientos como relato a continuación:
El Domingo 8 de Junio de 1997 desperté con la sensación de estar mojada, pensé que se me estaba saliendo el pipí, pero al pararme seguí
, sospeché rotura de membranas y el doctor me dijo que me fuera de inmediato a la clínica que yo había pensado tener la guagua, que si de verdad era lo que yo pensaba el panorama no era alentador... que me hiciera evaluar por la matrona de turno. Me dejaron hospitalizada, pero antes me tomaron todo tipo de muestras para hacer exámenes. Yo estaba muy angustiada por que había perdido casi todo el líquido amniótico y no presentía nada bueno...

Mientras en Villa Alemana, donde vive mi mamá, le avisaron y ella decidió venirse después de cumplir con su trabajo de secretaria dominical de la Parroquia El Rosario de Quilpué (de donde es feligresa y colabora-dora), y así aprovechar de encargar mi salud en todas las misas. Casualmente ése día circularon por la secretaría siete sacerdotes, a los cuales mi mamá no perdió la oportunidad de pedirles una misa por mi a través de la intercesión de la Santísima Virgen María bajo la advocación del Corazón Inmaculado de la Encarnación del Hijo de Dios o Dama Blanca de la Paz, de la cual mi mamá es devota misionera, por lo que mi mamá llegó tarde en la noche de ese domingo. Hago este alcance para señalar el hecho de que sólo durante el día domingo 8 de Junio se hicieron, a lo menos, 12 misas independientes en las cuales se pidió especialmente por mi salud.

Tempranito en la mañana apareció el Doctor mientras me hacían una ecografía, que mostraba el bebé en posición podálica (sentado) y que sólo había un 10% de líquido amniótico remanente, luego él se fue a ver los resultados de los exámenes y a mí me llevaron de vuelta a mi habitación, mientras tanto yo me había preocupado de averiguar todo lo posible sobre las consecuencias de una rotura de bolsa de agua en ésta etapa de un embarazo, que si el líquido amniótico podía regenerarse etc...., así es que para evitar perder más líquido subí los pies y me puse a tomar cantidades de agua para que se regenerara pronto.

El doctor al ver los exámenes nos dijo que sospechaba una infección ovular (lo que después supe que es lo más grave que puede presentarse en un embarazo), y que la indicación en éstos casos era la interrupción del embarazo para salvar la vida de la madre, cosa a la cual , naturalmente yo me negué pues el niño se movía como nunca en mi vientre...esto causó la angustia y desesperación de mi marido y aún el médico trató de convencerme que las probabilidades del bebé eran cercanas a cero, pero que por mí podía hacerse algo todavía. El Doctor me decía: "Patricia, ¿Entiendes bien qué es lo que te estoy planteando?, el riesgo es muy alto..." le contesté que lo tenía claro y que yo no tenía miedo, pero que dejara actuar a la naturaleza y que yo estaba en manos de Dios y que Él dispondría...

Yo pedí que mientras yo estuviera consciente no me inyectaran nada que provocara un parto pues la mejor incubadora es la madre, y por otro lado, yo decía que si habíamos tenido dos milagros con una de mis hijas ¿Por qué no podíamos esperar otro?. Secretamente tenía la esperanza de que si permanecía con los pies en alto e inmóvil durante un mes el bebé podría nacer prematuro pero con posibilidades de sobrevivir fuera de mi vientre, pues sé varios casos de personas que les pasó algo parecido como a los 4, 5, o 6 meses y sus bebés sobrevivieron y permanecieron varias semanas en el vientre materno claro sí que se quedaron en posición horizontal el resto del embarazo. Y yo, ingenuamente quizá, pensaba que eso era posible en mi caso.

Sucede, que al haber infección como pensaba el doctor, si no se producía un parto (algo difícil que suceda espontáneamente a los cinco meses y medio de gestación), o bien se sacaba todo de ahí pronto (incluyendo útero y demás) con una operación cesárea, la septisemia podía desencadenarse sin control en cosa de media hora. Así me lo explicaron, pero soy tozuda y llevada de mis ideas. Les pedí respeto por mi voluntad y a todos les pedí oración para que las cosas salieran de la forma que Dios dispusiera (incluyendo al médico), les dije que yo creía en los milagros y pedí una nueva evaluación a través de un examen de sangre a ver si la infección permanecía igual o aumentaba, y en ése caso me pusieran los antibióticos que él dispusiera siempre y cuando me aseguraran que éstos no dañarían al bebé y que prometiera que no me pondrían ocitosina (hormona que induce el trabajo de parto).

Como al mediodía vinieron de la Parroquia a dejarme la comunión, Marcel mismo fue a misa de 10 y pidió un ministro de la Eucaristía para mí y él mismo lo trajo, al pobre le tocó esperar su buen par de horas a que Marcel lo llevara de vuelta pues justo se comenzó a suceder el drama, conversaciones con el doctor y la toma de decisiones.

En la tarde vino la familia de Marcel, es decir Borislava y Maurice, y todos trataron de convencerme que permitiera que interrumpieran el embarazo, pero yo les dije que yo no podía cargar sobre mi conciencia hacer nada que pudiera atentar contra la vida de mi guagua que se movía dentro de mí, y utilicé el argumento que me había dado mi amiga Alejandra cuando me había dicho con lágrimas en los ojos, un par de horas antes, que siempre tiene más derecho a vivir el que viene que quien ya ha vivido... Marcel se veía desesperado, pobre, yo me di cuenta a pesar de que delante de mí mantuvo una serenidad que yo en su lugar no habría podido lograr...

Como se podía prever, la infección había aumentado, así es que me colocaron inmediatamente dosis altísimas de penicilina y cloramfenicol directo a la vena. Tan concentrado era el antibiótico que aún diluido me quemaba las venas, que no resistían más de dos pasadas y tenían que buscarme otra vía. Así es que quedé como colador, amén de los pinchazos adicionales buscando venas.

Ése día Domingo fue muy angustioso para mi familia, particularmente para Marcel, quedarse en la clínica conmigo hubiera sido además de un gasto adicional una angustia constante, pues dormí pésimo pues a cada rato venían a controlar presión y temperatura.

Marcel se fue al rededor de las 11 de la noche y fue entonces que tomé el frasquito de agua de Lourdes y La Salette mezcladas que trajo mi mamá de su viaje a Europa y Tierra Santa y del cual, naturalmente, ya había bebido un sorbito en la tarde previo a rezar el Rosario con parte de mi familia y mi amiga Ale. Con el vientre desnudo, a solas, bauticé a mi hijo con el nombre de José María (cualquier otro nombre habría tenido que consultar con mi marido) pidiéndole a Dios que hiciera caso omiso de la pared abdominal, me emocioné pues mientras lo hacía lo sentía moverse.. se lo ofrecí al Señor si esa era su voluntad y me dio un poco de pena... pues presentí que no iba a llegar a conocerlo...Después de esto no volví a sentirlo moverse, lo que me dio mucha paz.

Amanecí como a las 6 A.M. con dolores, que fueron aumentando en intensidad y frecuencia a medida que transcurría el tiempo. Lo primero que pedí fue que me monitorearan al bebé que no lo sentía moverse y no pudieron encontrar los latidos, por lo que deduje que probablemente el niño había muerto durante la noche. Hacia las 7:30 que llegó Marcel que se puso a hacerme masajes en la espalda como nos enseñaron en el curso de parto natural, y realmente disminuía mucho el dolor, pero curiosamente en un momento en que él fue al baño y lo reemplazó mi mamá no fue lo mismo, parecíamos estar conectados... bastaba que sólo me tocara, aunque no me hiciera masaje, y los dolores eran soportables... de otra manera aún respirando adecuadamente no podía resistir el dolor, aún relajándome conscientemente.

El Doctor llegó más o menos como a las 8 y dijo que iba al hospital y volvía, le dije que por favor se apurara pues yo me dilataba con mucha rapidez. Llegó el camillero a buscarme para llevarme a preparto, me dio lata tener que ir acostada pues me dolía más en ésa posición, antes de salir de la habitación, como de costumbre, me hicieron sacarme todos los anillos y medallas, mi mamá me despidió con un beso y me puso un Escapulario verde. Sufrí el trayecto, pues no permitieron que Marcel viniera con nosotros y tuvo que bajar por otro lado. Al llegar, Marcel estaba esperándome con un delantal sobre su ropa, los dolores comenzaron a tornarse insoportables aún con los masajes y presencia de Marcel. Como yo no hice dolores de parto con José Marcel, que de mis hijos, es el único que puedo evaluar puesto que los otros dos partos uno, me pusieron anestesia y el otro fue cesárea, pregunté a las enfermeras por qué me dolía tanto y me dijeron que los dolores de aborto eran siempre mucho peores que los de parto. A todo esto, yo estaba con fiebre y me la medían a cada rato la temperatura y la presión. En cuanto sentí el primer pujo le pedí a Marcel que fuera a cambiarse que yo quería que estuviera conmigo todo el tiempo. El doctor no llegaba, lo que tenía muy nerviosas a las matronas y el personal de pabellón en general. Yo era la única que estaba pariendo, así es que me transformé en centro de atención, además por estar febril la matrona no se atrevía a entregar el turno, así es que estaban los dos turnos, pero el doctor y el anestesista brillaban por su ausencia, ni siquiera ubicaban al que estaba de turno... Todo esto sucedía mientras en Santiago hacía casi una semana que llovía torrencialmente y todas la calles estaban anegadas, con los consiguientes tacos, que era la razón principal por la cual no llegaban los doctores, estaban atascados en alguna parte....

Mientras Marcel estaba vistiéndose con la ropa especial para poder ingresar conmigo a pabellón, tuve las cinco contracciones más dolorosas de mi vida, creí que moriría del dolor incluso creo que me desmayé con una de ellas pues entre cada contracción pasaba un período de aproximado de treinta segundos o quizá un poco más pero hay dos contracciones que sentí seguidas y la segunda sentí que me despertó, fue en ése momento que me di cuenta que el doctor no iba a alcanzar a llegar, pues me trasladaban a pabellón y yo sé lo rápida que soy, pues en cuanto comienzan los pujos no pasan más de cinco minutos antes que todo haya terminado... Me acordé de mi mamá que siempre nos dice que cuando uno ofrece a Dios su cruz, la carga se hace más liviana... y decidí hacer algo útil de ésta tortura, y me sorprendí a mí misma diciendo en voz baja "Señor, te ofrezco estos dolores y a mi hijo por mi marido, mi suegro, mi familia y por todos los que siempre se encomiendan a mis oraciones..." y en ése momento comenzó una contracción tan fuerte que pedí misericordia, y automáticamente me acordé del Rosario de la Misericordia que habíamos hecho en familia después de Semana Santa, y me concentré en acordarme de las oraciones mientras trataba, por otro lado, de relajarme para amenguar un poco el dolor que ya no soportaba, pero... me olvidé de respirar como me habían enseñado en el curso de parto natural. Fue en ése momento que sentí la voz de Marcel preguntando ¿Te anestesiaron? y yo no contesté pues estaba concentrada rezando y con un dolor que no creí que pudiera existir, él pensó que me había desmayado y tiene que haberse puesto a rezar, pues en el momento en que puso sus manos sobre mi cabeza se me pasó automáticamente el dolor, yo no lo podía creer, ahora las contracciones eran como las que yo recordaba con José Marcel, es decir, se me ponía duro el vientre y sentía una leve sensación como un dolor menstrual suave..., además se me pasaron lo pujos y pasaron varios minutos antes que llegaran los doctores, lo sé pues el reloj de la sala de parto estaba frente a mí. Sebastián, mi ginecólogo, no sabía si anestesiarme o no en ese momento, ya que el bebé estaba por salir y por que me veía tan tranquila y relajada. Además de que en cuanto llegó lo recibí con una sonrisa diciendo: "Te presento a mi anestesista personal y privado" señalándole a mi marido que se encontraba parado tras de mí con sus manos sobre mi cabeza. Le pedí que me anestesiaran no más, ya que sabía que igual iba a tener que hacer un raspaje posterior y yo no quería tener como último recuerdo la sensación del nacimiento del bebé que yo creía ya había muerto...

Me pusieron la raquídea, que es una anestesia que deja completamente muerto el cuerpo de la cintura hacia abajo, y parece ser que el bebé salió en cuanto deje de sentir mis piernas, es decir, unos segundos más tarde, porque un par de minutos después escuché que el doctor le decía a una enfermera "Llévese la placenta a biopsia inmediatamente por favor" mientras le pasaba un bulto metido en una caja plástica a la enfermera. Entonces me di cuenta que ya había nacido el niño y pregunté por él, me sorprendí cuando me dijo que había nacido vivo y que estaba perfecto, es decir no tenía ningún defecto físico, es más me dijo que era muy bonito, y que se lo habían llevado a neonatología.

Marcel estuvo conmigo todo el tiempo que duró el raspaje, dice que casi se desmaya pero igual se quedó conmigo, luego de eso me llevaron en la camilla y sentí varias veces decir "va febril...". Me llevaron a una sala en la cual había toda una pared llena de monitores y aparatos electrónicos y digitales, jamás había estado en un lugar como ése, pues siempre después de tener guagua me habían llevado directamente a la habitación, por ésa razón pregunté dónde me encontraba y cuánto tiempo pensaban mantenerme en ése lugar. Me dijeron que me encontraba en recuperación y que estaría por esos lados un buen par de horas, lo que me dio bastante lata, yo quería ir a mi habitación con mi mamá, mi hermana y algunas amistades que sabía estaban rezando por mí para decirles que estaba bien... Pero parece que no me encontraba tan bien como yo creía (esto lo supe después), me colocaron una manta eléctrica calientita lo que me agradó porque estaba muerta de frío, tiritaba como pez fuera del agua... luego me pusieron una manga para medir la presión y un aparato en el dedo para medir las pulsaciones, primero cada tres minutos, mientras en el mismo intervalo me medían la temperatura, que estaba alta para estas circunstancias. La presión comenzó a bajar por lo que la matrona y las auxiliares decidieron bajar el intervalo de medición cada un minuto, y yo que soy curiosa me puse a buscar en la pared donde se encontraban los monitores uno que señalara un valor asimilable a la presión arterial , por fin di con el monitor que tenía tan inquietas a las personas a cargo, y yo misma pude observar que comenzó a bajar la presión mientras la temperatura comenzó a subir, pedí que me sacaran la frazada eléctrica pues a pesar de que tenía tercianas y me moría de frío me di cuenta que la temperatura estaba subiendo demasiado por como me sentía, además yo preguntaba cada vez que me la medían. Lo que me llamó la atención fue que, en progresión geométrica se alejaban la presión y la temperatura, ésta última subía en una décima de grado y por su lado la presión a bajaba en un punto cada vez que era medido. Comencé a marearme un poco, la presión arterial iba en 5 y bajando, en ése momento no se me ocurrió pensar siquiera en lo delicada que yo estaba, sino que lo atribuí a la anestesia, pero era por la baja brusca de la presión. Después la matrona me explicó que ésos, eran signos claros de un shock séptico (una septisemia), lo que el Doctor me había dicho que era el mayor peligro que enfrentábamos, y que esto se podía producir en cualquier momento, y en ése caso no había nada que se pudiera hacer para salvarme la vida, pues era demasiado rápido y que era cosa de media hora y...hasta ahí no más llegaba....

Recuerdo que pregunté a la matrona si existía la posibilidad de que mi marido viniera a acompañarme, y me respondió: "Si...sí claro" y mandó inmediatamente a alguien a buscarlo... Mirando retrospectivamente, me llama la atención la forma en que me respondió y la rapidez con que llegó Marcel dado que la habitación queda en el ala más alejada de pabellón, lo que significa caminar casi una cuadra de ida y otra de vuelta, algo más que ahora computo es que Marcel llegó con delantal sobre su ropa pero a cara limpia, es decir sin mascarilla como todo el resto de las personas allí.

Sucede que Marcel había ido a la pieza, cuando entró y encontró a mi mamá y algunas otras personas de rodillas rezando se apestó un poco de tanto rezo, contó que la guagua estaba en neonatología y que a mi me tenían en la UCI, y bajó en seguida para averiguar más sobre mí aunque sabía que no lo dejarían entrar a verme... es por eso que llegó tan rápido pues justo venía llegando cuando salió la enfermera a buscarlo...

Mi esposo llegó con un poco de romadizo, pensé que se había resfriado, con una mano comenzó a hacerme cariño en la cabeza, y con la otra tomó mi mano libre, exepto por el medidor de pulso (un aparatito parecido a un perro de ropa), y me miraba con mucha ternura... Pasó algo curioso, de partida, se me quitó "mágicamente" el mareo, y por otro lado de la misma forma comenzó a estabilizarse tanto la presión como la temperatura, eso lo observamos ambos en el monitor...

No sé que le habrán dicho a Marcel cuando lo llamaron... pero estaba muy angustiado y nervioso, cosa que captó la matrona a cargo, que, después de lo que acabo de contar, comenzó a distraernos contándonos otro milagro que ella había tenido en la clínica Santa María hace algunos años, naturalmente que mucho más apoteósico que el nuestro, pero nos dijo y nos dio a entender que nosotros acabábamos de vivir uno, pues nadie de estabiliza en cinco minutos en un caso similar, es más, teórica-mente nadie sobrevive a una septisemia. Nos contó que ella había tenido todo el apoyo de su familia que la habían encomendado a Dios con mucha oración dirigida al Padre Hurtado. En eso llegó el Doctor que había estado en neonatología con nuestro bebé, le preguntamos por él y nos dijo con cara de poca esperanza: "Con uno que otro latido..." Nadie le mencionó nada de lo sucedido, ya había pasado el peligro... Me revisó y se despidió hasta la tarde.

En cuanto se me pasó la anestesia pregunté si me podía ir a mi habitación. La matrona se sorprendió pues todavía me quedaban más o menos 20 minutos para salir de ella, y como estaba estable me autorizó. Antes de irme me quité el escapulario verde que tenía puesto y se lo rega-lé, le dije que yo tenía más si a alguien le interesaba pues yo los hacía. En los próximos días se me fueron como 50 escapularios que a cada rato me mandaban a pedir de pabellón...

A las dos horas de estar en mi habitación llegó el pediatra a decirme que José María había fallecido, y que aunque hubiese tenido más peso y con una mayor madurez igual habría muerto puesto que estaba infectado.

A mi esposo le tocó la parte más triste, recibir al niño, ponerlo en una urna, velarlo y llevarlo al mausoleo familiar. Amen de todo el papeleo burocrático, inscripción en el registro civil, certificado de defunción etc. Creo que para Marcel ha sido de las cosas más dolorosas que le ha tocado vivir, particularmente el día del funeral del niño en que se sintió muy solo y desamparado según me contó tiempo después...

Esta fue una prueba difícil para toda la familia, pero de la cual hemos salido fortalecidos...

Debo hacer notar que se hicieron doce misas por mí el domingo en distintas parroquias y que además mi mamá rezaba el rosario junto a varias personas de rodillas en la pieza de la clínica mientras estuve en la UCI y fui encomendada a la Virgen de Peñablanca y llevaba puesto un escapulario verde que todo el personal de la clínica en especial los auxiliares y la gente de pabellón que fueron testigos de esto, quiso uno o varios después pues me hice famosa en la clínica como “la señora que salvó milagrosamente” .

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