7 sept 2008

CÓMO VINO AL MUNDO JOSÉ MARCEL

Mi tercer hijo vino anunciando su nacimiento con bastante anticipación, no sé que pretendería pero no hizo sino llamar la atención, particularmente el último mes de embarazo, donde a cada rato cuando sentía contracciones regulares, cada vez que llamaba a la matrona o al médico, éstas se detenían por completo, incluso se pensó en un parto prematuro y me metieron unos días a la cama, pues había perdido el tapón mucoso, tenía tres centímetros de dilatación y el cuello del útero prácticamente borrado, lo que hace creer que en cualquier minuto se desencadena el trabajo de parto.

Esto fue sumamente estresante, sobretodo para mi marido, que estaba todo el tiempo preocupado y ni siquiera lograba descansar adecuadamente. Por otro lado a mí se me ocurrió hacer todos los arreglos pendientes desde que nos casamos en la casa. Necesitaba tiempo para "tener listo el nido" cuando naciera la guagua, y a pesar de que en la ecografía y otros exámenes la guagua parecía estar madura y con buen peso, le pedí por teléfono al Padre Miguel Contardo que rezara por que ésta guagüita naciera un poco más cerca de su fecha (1° de Mayo), pues estaba con contracciones regulares cada 10 minutos y la matrona me había dado 24 horas, el Padre Miguel me mandó por teléfono una bendición especial y "mágicamente" éstas desaparecieron totalmente. (mi mamá me retaría si escuchara esta palabra y me diría “no se dice “mágicamente” sino milagrosamente)

Tres semanas más tarde en control con mi ginecólogo; se pensó que el trabajo de parto se iba a desencadenar en las próximas horas, hasta fuimos a contarle a mi suegro pues había aumentado en un centímetro la dilatación y estaba nuevamente con contracciones regulares, pero la voluntad de Dios tenía dispuesta otra cosa...

Por la ecografía tomada a los siete meses, ya sabíamos que se trataba de un varoncito y yo lo había consagrado a San José quien es el más santo de los santos para mí, y además le debo muchas gracias y favores, por lo que decidimos ponerle José Marcel. A mí me encanta como suena como nombre compuesto, no así a mi marido, que de partida no le gustaba el nombre José y tampoco quería que se llamara igual que él, pero logré convencerlo, o a lo menos no ha reclamado mucho y creo que ya se acostumbró.

El día domingo treinta de Abril, pedí especialmente en la misa que nuestro hijo naciera al día siguiente por ser el día de San José obrero. Pero como dice el dicho que "A Dios rezando y con el mazo dando...", esa tarde fuimos a caminar al Parque Arauco (centro comercial) por que me habían dicho que caminar ayudaba mucho a desencadenar el trabajo de parto. Allí Marcel me compró dos preciosos camisones para dar de mamar sin problemas y me regaloneó dándome en el gusto en todo: quise comer papas fritas con doble porción de salsa de queso picante, además comí chocolate y una que otra cosilla por ahí.

Durante todo ese día estuve con contracciones. Estuvimos contándolas con Marcel toda la tarde, y eran aproximadamente cada diez o quince minutos, a veces cada media hora pero, según yo, irregulares y sin dolor. Llegamos a la casa como a las nueve de la noche y mientras tanto Marcel barría la calle acompañado por mi mamá yo preparé la comida y me tomé dos platos de consomé con huevo, pues no me apetecía otra cosa. Mientras, yo seguía con contracciones cada tanto pero no me preocupé de anotarlas ni contarlas pues me encontraba ocupada en la cocina, comimos como a las once de la noche, no por que no estuviera listo antes, sino porque Marcel quería terminar de barrer la calle, que estaba llena de hojas, pues hacía dos días habíamos tenido una tormenta de viento y lluvia bastante agresiva. Las niñitas dormían hace horas así que comimos tranquilos y nos fuimos a dormir.
Debo agregar un detalle importante: nunca me había pasado en mi vida de ir tantas veces al baño en un solo día, se me hizo un lavado de estómago natural.

Cuando mi mamá viene a Santiago, siempre nos quedamos conversando hasta muy tarde, Marcel está acostumbrado, así es que se durmió tranquilo por primera vez en muchos días...pobrecito roncaba... se le notaba agotado física y psicológicamente, las últimas tres semanas prácticamente no dormía en la noche, se despertaba sobresaltado cada vez que me levantaba al baño. Por primera vez en muchos días se durmió profundamente.
Como a la una de la mañana comencé a sentir que la cosa se ponía un poco más regular, cada diez a veinte minutos aproximadamente mi mamá me decía por qué no llamaba a la matrona, que era un tercer hijo y no el primero, y a continuación me contaba el caso de Fulanita que había tenido la guagua en el auto, o de Sultanita que cuando se dio cuenta que era trabajo de parto no alcanzó a llegar a la clínica y se fue a la comisaría que le quedaba más cerca, ¡súper optimista mi vieja!
Yo la tranquilizaba diciéndole que no podía estar en trabajo de parto pues no me dolía nada y se supone que tenía que sentir a lo menos un dolor aunque fuera suave, además el proceso era tan irregular que no tenía para qué preocuparse... le leí los síntomas que debía presentar cuando estuviera a poco del parto que me habían dado en el curso de parto natural y me dijo que yo estaba con esos síntomas e insistió en que llamara a la matrona y yo volví a argumentarle que si no tenía dolor ni regularidad en las contracciones significaba que todavía no llegaba el momento, conversando así estuvimos hasta como las dos de la mañana ahí le dije a mi mamá - "¡Oye mamá, que rico! ahora comenzó a molestarme un poquito, yo creo que va a nacer mañana... es decir hoy, además llevo cuatro cada cinco minutos, así es que voy a esperar unas tres más para despertar a la matrona". La respuesta no se dejó esperar y dijo que la llamara cuanto antes mejor, que recordara que éste no era primer parto y que las cosas podían resultar mucho más rápidas de lo que yo pensaba. Porfiada como soy, igual quise esperar otro rato para llamarla... al hacerlo, le conté el panorama, pero parece que tan tranquila, que me dijo que si seguía igual en una hora y media más la llamara para irnos a la clínica... diez minutos más tarde me dieron ganas de ir al baño, vacié el intestino y sentí una contracción sin dolor pero escuché un ruido como de destapar una botella y un líquido que caía que no era pipí, ahí pedí que despertaran a Marcel... había roto membranas.

Mamá primero llamó a Rosa María por su cuenta y le contó lo sucedido, ella le dijo que antes de media hora tenía que estar en la clínica. Costó despertar a Marcel, al fin se levantó y yo comencé a sentir un leve dolor durante las contracciones como un dolor menstrual suave, eso sí más seguido y más intenso en el sentido de lo dura que se me ponía la guata, el dolor nunca lo sentí como insoportable, menos aún respirando como nos habían enseñado en el curso de parto sin dolor que hicimos con mi matrona. Marcel me apuraba para irnos, y yo le decía que no se preocupara, que todavía quedaba tiempo. A cada momento me acordaba de algo que se nos olvidaba: el neceser, la cámara fotográfica, la maleta.. etc., etc. Total... nos demoramos un poco en salir, pues además estaba perdiendo líquido amniótico y me tuve que cambiar tres veces la toalla higiénica antes de salir. Comenzaba a sentir presión en la zona pubiana, pero lo consideré normal dadas las circunstancias...
Las contracciones eran cada dos o tres minutos y aún así yo estaba convencida que recién comenzaba el trabajo de parto y que faltaban todavía varias horas para dar a luz, Marcel se fue manejando rápido a la clínica, yo le decía que no se apurara tanto que todavía faltaba para que naciera... Al llegar, cuando me vio el guardia, vino con una silla de ruedas a buscar-me al auto, yo no me quise subir pues me sentía mejor de pie que sentada, a pesar que si bien me dolían un poco más las contracciones, no me impedían caminar es más hasta me dio risa verme en el reflejo del vidrio en la facha que llegué: vestido de lana largo, calcetines escoceses de Marcel y unas chalas que por el edema era el único zapato que me cabía últimamente... la verdad es que el reflejo que me devolvió el cristal de la ventana de Urgencia de la clínica Cordillera, era cómico... mi panza era absolutamente descomunal. Bueno, mis guatas siempre han sido gigantes... a partir de los cinco meses todo el mundo piensa que estoy a punto de dar a luz y cuando se enteran cuanto tiempo tengo, apuestan a que es más de una guagua la que viene en camino.

Al entrar a recepción me vino otra, no me dolía mucho pero fue bastante intensa. Marcel se quedó en recepción dando los datos y yo partí a la pieza número siete que me habían asignado y que yo unos días antes había dicho que ojalá me tocara esa pieza pues es más grande que las otras individuales pero en el camino la matrona de turno me hizo dirigirme al policlínico de urgencia para tomar algunos datos y evaluarme, le dije que prefería esperar a que llegara mi matrona y partí caminando a buscarla y al dirigirme a recepción veo venir corriendo y con cara de circunstancias a la Rosi. Me llamó la atención verla con cara de apurada o preocupada, pero me relajó saber que ya estaba conmigo.
Yo quería dar los datos primero a la matrona de turno, recordando cómo había sido en mi primer parto, pero Rosa María me dijo que ella prefería verme primero... en el momento en que comencé a sacarme la ropa interior para subirme en la camilla ginecológica, sentí un dolor fuerte, creo que me desconcentré en la respiración y por eso me dolió, me abrazé a la Rosa María y ella me consoló igual que a un niño pequeño, con mucha ternura. En seguida me subí a la camilla ginecológica con los zapatos y los calcetines de Marcel puestos.
Cuando me miró Rosa María me dijo: - "la guagua está aquí"- lo dijo con tanta tranquilidad que francamente no le creí , o no quise creerle, le pedí que fuera a buscar a Marcel que se encontraba en recepción. Ella me dijo que ella no podía ir por Marcel ahora, y comenzó a dar órdenes e instrucciones a las dos auxiliares que allí se encontraban. En ese momento sentí muchas ganas de ir al baño.
- ¡Rosa María me dieron ganas de ir al baño! - le dije pensando que podría bajarme de la camilla e ir al cuarto de aseo.
- ¡Eso es un pujo! ¿No ves que tu guagua está naciendo?- lo dijo muy controlada, pero me di cuenta que hablaba en serio cuando comenzó a reclamar que cómo era posible que no tuvieran nada a mano para atender un parto de Urgencia. Que ella tenía en la maleta de su auto más implementos para ello que en éste centro asistencial. En seguida me dijo que iba a parir ahí y que ella no podía ir a buscar a Marcel. Tomó dominio de la situación aún sin los elementos mínimos como para ello. Me ordenó con suavidad:
- Con la próxima contracción, empuja suave...
Cuando ésta llegó, casi en seguida, comencé a pujar y me dijo con firmeza:
- ¡hey! ¡suave, te dije! ¿O acaso quieres que se me caiga la guagua al suelo? - y se puso a reclamar que ni vaselina tenían, que iba a tener que hacer una episiotomía (tajito para facilitar la salida del bebé) innecesaria.
Yo seguí pujando suave pero con energía, estaba sorprendida de que no sentía dolor alguno. Sin embargo parecía cómo si lo tuviera, puesto que, para hacer fuerza, sentí la imperiosa necesidad de gemir mientras pujaba, como si ello ayudara a hacer más fácil el trabajo. Respiré un poco sin dejar de pujar y continué haciéndolo controladamente siguiendo al pie de la letra lo que me decía mi matrona: "sube la cola... relaja el periné ...puja con suavidad...muy bien...aquí está tu niño..." Y lo puso sobre mi pecho... aún conectado a mí por el cordón umbilical... yo me había subido el vestido lo más que podía y lo acomodé lo mejor que pude entre los pliegues de mi vestido. Rosa María esperó un minuto más o menos a que dejara de latir y cortó el cordón que todavía nos unía a mí y al bebé.

Difícil es para mí describir lo que sentí en ese momento: la emoción de un hijo varón, la pena de que Marcel no venía, o no le habían avisado, tanto habernos preparado para un parto natural asistido por mi esposo y los demás de espectadores...(exeptuando la matrona). Me di cuenta que Dios hace las cosas como Él desea y no como nosotros esperamos... Tenía al niño llorando entre mis brazos cuando llegó Marcel. Mientras, la Rosi comenzó a coserme el tajo en frío, y me sorprendí que las primeras tres o cuatro puntadas no las sentí. Ahí comprobé en carne propia la verdad que había en las palabras del neurólogo que nos había hecho una clase durante el curso, con respecto a la liberación de una hormona llamada endorfina que anestesia completamente en el momento del parto.

Nuestro hijo nació justo al cumplir sus cuarenta semanas, es decir el día 1° de Mayo, a las 3:03 de la madrugada, el día de San José obrero, por lo que el nombre que le elegimos le queda regio por haber nacido ése día, así siento que va a obtener más gracias de éste su Santo protector.

Marcel no podía creer que ya había nacido, escuchaba el llanto de una guagua pero no podía creer que era la suya hasta que la vio, se lo mostré y lo encontró bonito, se notaba que el pelito era rubio pues se veía casi pelado. El niño estaba limpiecito y mojadito cubierto por unos géneros supongo que estériles. Apenas terminaron con la costura, entregué al niño pues se podía enfriar, allí no había calefacción. Se fue con su papá, que después estaba indignado que no le hubiesen avisado, dijo que le habían dicho "que venga el papá" sin ningún tipo de explicación, y que en recepción le dijeron que tenía que terminar de dejar los datos y el cheque en recepción primero... ¡es para matarlos!

Por supuesto que mi ginecólogo, se vino a enterar cuando ya había pasado todo, lo llamó Rosa María y por lo que escuché de la conversación le llamó la atención por no haberle avisado antes, pobre, si la culpa no fue de ella sino mía. El le dijo que venía a la clínica a verme que me llevaran a pabellón, se tardó muchísimo en llegar. En realidad, no fue tanto, sino que a mí se me hizo eterno, y se le pasó el cuarto de hora a la guagua para ponerla al pecho, pues el tiempo que pasan despiertos después del parto es breve y por eso quería aprovecharlo antes de que le viniera la "flojera del recién nacido", que sufrí con Dominique por lo mismo: tardar en ponerlo al pecho por primera vez. Esto trae como consecuencia algunas veces, que les cuesta mucho aprender a mamar y por lo tanto en vez de recuperar el peso con que nacen a los diez días, se bajan mucho más de los esperado. Esto no importa si la guagua nace grande y con buen peso, pero puede ser delicado en un bebé de bajo peso.

Cuando llegó el doctor a verme yo lo esperaba en el pabellón, me llevaron en camilla, en circunstancias que podría haber ido perfectamente caminando. De hecho la camilla no cabe en el poli de Urgencias así es que me bajé sola de la camilla ginecológica donde tuve la guagua salí del recinto y me subí a la que me llevó a pabellón, da risa contarlo, es increíble, pero cierto. Como actualmente todo es tan planificado, sobre todo en el barrio alto, las clínicas privadas no cuentan con este tipo de emergencias, por lo tanto no siempre están preparadas para ello.

"Estos partos de lavandera no son propios del barrio alto" comentaba yo después con Helena, la madrina de José Marcel. Me sentí comprendida por ella pues tampoco ha tenido dolores de parto, pero eso ha sido con sus tres hijos, no como yo que sólo fue ahora, pues mi otro parto normal que fue el de la Domi, fue inducido, y tuve dolores, aunque debo reconocer que sumamente soportables nada angustiante, quizá por que soy tranquila y nunca le tuve miedo al parto.

Mi ginecólogo vino en balde, pues me miró y apenas si me tocó, y cuando lo hizo yo reclamé de dolor (por los puntos), dijo que sin anestesia no se podía... Pienso que tal vez no supo cómo reaccionar en ese momento, creo que está acostumbrado a que sus pacientes estén anestesiadas o bien rechaza el sistema de parto natural. Lo que me dio pena fue que se quedó sin salir con su familia los dos fines de semana largos que hubo en el último mes: semana santa y éste pues el 1° de mayo éste año fue lunes, por esperar mi parto... y cuando éste se presenta, no me alcanzo a dar cuenta y no le aviso.

Hasta en eso José Marcel va a resultar inolvidable...¡Que manera de llamar la atención!... Quizá cuáles serán los designios de Dios para él... qué caminos irá a recorrer... pero sí estoy segura de algo: Este niño tiene un destino especial... lo intuyo.

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