3 sept 2008

LA AGUJA Y EL CAMELLO

Cuantas veces hemos escuchado esa frase del evangelio que dice “Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entre al reino de los cielos”. Esto resulta difícil de comprender para algunos pues sabemos que hay ricos buenos como también pobres que son malos,,como también al contrario, hay toda una gama de seres humanos cada uno con su historia distinta como únicos somos todos, pero sí hay algo que tenemos en común, que es el llamado a vivir los valores o en santidad allí donde nos tocó vivir.
¿A qué se le llama aguja?
Aguja es el nombre que se le daba a las grandes puertas de las antiguas ciudades amuralladas como Jerusalén que de noche se cerraban para proteger a sus habitantes de los bandidos del desierto que asolaban en la antigüedad. Y el ojo de la aguja es una puerta angosta y pequeña inserta en la mayor, por la que sólo cabe una persona de mediana estatura, Y UN CAMELLO SÓLO CABÍA ARRODILLADO Y DESPOJADO DE TODA SU CARGA. (A veces nosotros mismos somos los camellos)
¿A qué se refiere la Biblia con “ricos” ?
Para responder esta pregunta hay que remitirse al texto de las bienaventuranzas:
“bienaventurados los pobres de espíritu” que se refiere a los humildes , mansos y sencillos, que se reconocen pequeños ante Dios, entonces por oposición los ricos de que habla la Biblia son aquellos que están tan llenos de sí mismos que creen no necesitar a Dios, son los soberbios.
En nuestro idioma, cristianamente hablando, la palabra “ricos” tiene un doble significado, completamente opuesto el uno del otro. Se puede ser rico materialmente o rico en el sentido bíblico.
Así, usando este criterio, podríamos básicamente dividir a la humanidad en cuatro grandes clasificaciones:
- Los ricos – ricos
- Los pobres – ricos
- Los ricos – pobres
- Los pobres - pobres

Los ricos – ricos: Estos son ricos materialmente y también son ricos de sí mismos, son ególatras, son a quienes más les cuesta ver a Dios en sus vidas. Todo se les ha dado fácil, trabajo, éxito, dinero y a veces hasta fama. Deben hacerse pobres de espíritu, es decir despojarse de su soberbia y reconocer que todo lo que tienen es gracias a Dios para ser felices. Si no logran despojarse de su carga, sus faltas de amor y de perdón no podrán pasar por el ojo de la aguja, pues el camello (el rico ) puede pasar, pero debe pasar de rodillas despojado de su carga y ayudado para poder entrar.

Los pobres – ricos: Suele darse mucha delincuencia, adicciones, degeneración y profundos dramas humanos en este grupo de personas. Son gentes resentidas con Dios y con los hombres por su vida miserable, culpan a los demás de sus problemas y no asumen sus responsabilidades. Son almas sufrientes que a su vez hacen, muchas veces, sufrir a los que les rodean, no logran perdonar a nadie y actúan como los animalitos, básicamente por instinto. Son seres de mirada oscura que a veces albergan mucho odio en el corazón.

Los ricos – pobres: Generalmente son personas de familias de tradición religiosa, a veces gente de fortuna, influyentes y/o grandes benefactores anónimos de todo tipo de obras para los más desposeídos. Aportan su tiempo y bienes para el bien común ya sea en trabajo o en ayuda material. Dios les retribuye con grandes, extensas y bonitas familias y éxito en sus negocios. Muchas veces estas personas son blanco de atentados, maledicencias, rumores y envidias de quienes los juzgan sin conocerlos.

Los pobres – pobres: Este es el grupo de almas más agradables a Dios, son aquellos que nada tienen pero todo lo agradecen: un día de sol, la comida , el trabajo, etc. Son como las avecitas del campo que nada les falta, el Señor se encarga de proveerles. Viven prácticamente de la Providencia Divina y lo reconocen. Son felices en medio de sus tribulaciones y generalmente son personas con familias bien constituidas y buenas relaciones con sus vecinos.

Naturalmente esta clasificación es demasiado amplia, pues todos los seres humanos tenemos alguna característica de algún grupo que no es del cual creemos
Pertenecer, pero bien, ahí está el desafío de la superación personal para ser una criatura agradable a los ojos de nuestro creador y desprendernos de la carga tanto sicológica (faltas de amor y de perdón) como lo superfluo, ser más austero y comenzar a amar al prójimo como a nosotros mismos, pero comenzando por amarnos, perdonarnos y comprendernos a nosotros mismos primero. Pues, ¿Cómo voy a amar a nadie si mi imagen y autoestima están dañadas y a veces destruidas? Solo perdonando lo lograremos, primero a Dios por haberlo permitido y luego a nosotros mismos por no haber dado en el blanco y luego perdonando a aquellos que de una u otra forma me han dañado alguna vez. Esta es la receta más sabia para ser plenamente feliz.
¿ Difícil ? Si, pero no imposible. El perdón al igual que la fe es una gracia de Dios que si no se tiene hay que pedirla… y un día nos llega uno, o la otra, o mejor… ambos y descubrimos que todo sufrimiento por el que pasamos valió la pena para nuestra purificación y redención.

Patricia Quiroga Newbery
1999

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